Los seres humanos disponemos de una amplia gama de inteligencias, recogidas bajo el concepto de “inteligencias múltiples” que H. Gardner acuñó, y que señala los diferentes rasgos que puede adoptar el proceso de la Inteligencia como naturaleza implícita de la Conciencia. Contamos además con una suprainteligencia que, de algún modo, da vida a todas las demás: es la llamada Inteligencia Transpersonal o Espiritual.
La Inteligencia con mayúsculas se manifiesta en una diversidad de inteligencias, tales como la cognitiva, la emocional, la musical, la kinestésica, la moral, la interpersonal, la estética, la psicosexual… Estas “inteligencias múltiples” se denominan también “líneas de desarrollo”, porque evidencian un proceso de crecimiento y despliegue de potenciales a través de los estadios progresivos del desarrollo del ser humano.
En el ámbito del crecimiento, se considera el cultivo de la Inteligencia Transpersonal como un factor esencial, por tratarse no sólo del despliegue de una forma específica de inteligencia, sino del substrato que impregna y vitaliza todas las otras inteligencias de carácter más psicofísico o cognitivo correspondientes al nivel–persona.
¿Cuáles son las características de esta denominada Inteligencia Transpersonal?
En esencia, su cualidad fundamental tiene que ver con el amor y la sabiduría, lo que también podríamos referir como una forma de amor inteligente.
¿Y en qué nos puede ser útil este tipo de inteligencia?
Tal vez nos preguntamos si la Inteligencia Transpersonal o Espiritual puede contribuir a un desempeño más óptimo en nuestra vida cotidiana. Al respecto, podemos decir que la Inteligencia Transpersonal se relaciona con el despliegue de cualidades y actitudes que los filósofos de la antigua Grecia denominaban virtudes: la templanza, la compasión, el discernimiento… Está relacionada, asimismo, con estados internos de paz profunda y con una confianza que va más allá del optimismo.
Es mediante la Inteligencia Transpersonal como podemos “afinar los instrumentos internos” para ser encontrados por el sentido profundo de la vida, y alinearnos al mismo tiempo con nuestra misión de vida. Cultivando este tipo de inteligencia podemos comenzar a vivir nuestros vínculos como posibilidades de crecimiento y desarrollo, fluyendo en plenitud con lo que en cada momento hay.
¿Cómo podemos cultivar y desplegar la Inteligencia Transpersonal en la relación con nosotros mismos, con los demás y con la vida en su totalidad?
Fundamentalmente, la Inteligencia Transpersonal o Espiritual florece en el silencio y la interiorización. La vivencia del silencio y el espacio de vacío fértil que éste favorece, nos permiten acceder al ámbito de lo profundo, al núcleo de la conciencia, más allá del nivel–persona; es decir, más allá de nuestros programas, memorias, experiencias… Sucede que con el cultivo de la mirada interna, esta inteligencia se refleja y despliega de dentro a fuera, revertiendo en beneficios en el ámbito de nuestras relaciones cotidianas y, en general, en todo lo relacionado con la esfera de lo personal.
En este punto, seguramente estamos intuyendo que la Inteligencia Transpersonal no es un tipo de inteligencia analítica, sino más bien una inteligencia global que integra el resto de inteligencias. Tal vez nos preguntamos incluso “dónde se aloja”. En este sentido, la investigación científica apunta al corazón como el asiento físico de esta suprainteligencia que los seres humanos podemos desplegar.
El corazón, ¿más que una “bomba” de sangre?
Las investigaciones provenientes de la neurocardiología nos hablan de la cualidad rápida, intuitiva y práctica de la inteligencia que surge del corazón; cualidades que nos orientan en la toma de decisiones de una manera tan precisa como efectiva. Conectar con la inteligencia del corazón, por lo tanto,supone abrirse a una mayor sabiduría para la vida.
Podría concebirse, por tanto, esta inteligencia del corazón como el “puente” entre el ámbito de lo personal y lo transpersonal.
Mientras que la inteligencia del cerebro tiende a analizar y a separar en partes, la inteligencia del corazón busca la síntesis. Y ambas se complementan. La inteligencia del cerebro es maravillosa a la hora de analizar, procesar y gestionar la información de un mundo de infinitas y variadas formas; la inteligencia del corazón, por su parte, concilia, unifica e integra, permitiendo la conexión con lo global y revelando la profunda coherencia que opera en todo lo existente. Por eso se dice que el corazón es el “puente”.
El estado meditativo abre un canal directo hacia la inteligencia del corazón y la intuición profunda que emerge de la experiencia de una realidad unificada. Cuando nos vivimos desde una atención sostenida, desde la consciencia abierta y clara, descubrimos el poder transformador de soltar la mirada fragmentada y recuperar la experiencia del todo integrado que somos.
Esta inteligencia del corazón activa en el cerebro una percepción completamente nueva que contempla la realidad sin apoyarse en experiencias pasadas. De hecho, sigue un nuevo circuito que no pasa por las viejas memorias: su conocimiento es inmediato, instantáneo y, por ello, tiene una percepción directa de la realidad.
En meditación podemos cultivar esta inteligencia del corazón a través del silencio y la conciencia testigo. Desde la presencia observadora poco a poco nos establecemos en una calma–atención que se asienta en el ritmo sincronizado y coherente de todo nuestro ser. Desde aquí, nuestros recursos físicos, cognitivos, emocionales y relacionales son más accesibles, comienzan a abrirse nuevos caminos creativos, aparecen soluciones diferentes, caminos de acción no explorados anteriormente…Esta coherencia nos permite un intercambio con el mundo más pleno, más compasivo, y más despierto.
La inteligencia cardiaca y la inteligencia transpersonal, como vemos, no son algo reservado para personas especiales o muy elevadas, sino que se trata de líneas de inteligencia inherentes a la mima condición humana. La inteligencia transpersonal nos permite entrar en contacto con el enorme potencial que late en cada uno de nosotros. En realidad, su despliegue está más en relación con el íntimo compromiso del crecimiento y el desarrollo, con la decisión de seguir profundizando y ampliando nuestro sentido de identidad.